La Empresa Familiar (EF) posee varias fortalezas que la caracterizan y que la convierten en un medio excelente para el mundo de los negocios. Sin embargo, esto no significa que no deba manejar debilidades propias que pueden ser factores de riesgo de importancia.
Lograr canalizar las debilidades de este tipo empresarial, transformando las características particulares en fortalezas es viable, posible y sumamente esperanzador.
De esta forma, si consideramos los elementos positivos que las identifican, concluiremos que efectivamente en la gran mayoría de los casos, justifican los esfuerzos que realizan sus integrantes para superar u evitar las crisis.
Si los integrantes de una Familia Empresaria logran definir sus roles, tener diferenciadas sus funciones, entender que existen diferentes zonas entre la familia, la propiedad y la empresa; el primer gran paso está dado. Si a continuación, logran unirse, marcar reglas, definir sus objetivos y trazar procedimientos que contienen mecanismos para evitar conflictos o pautas para solucionarlos en caso de que aparezcan: la expectativa de vida de esa Empresa Familiar es superior frente a empresas no familiares y a otras familiares que no lograron superar estos obstáculos.
En ese marco, el diseño de un buen Protocolo Familiar, es claramente una herramienta que colabora en el desarrollo de la empresa y en la prevención y eventual solución de los conflictos societarios. El principio general indica que un buen plan es igual a estabilidad; y este objetivo no es una excepción al referirse al diseño de un Protocolo Familiar. Esta estabilidad permitirá el desempeño saludable de la empresa con independencia de las personas que estén al mando de la misma en ese momento.
En definitiva, el contar con un plan -que incluya familia, empresa y propiedad- acorde a la realidad de la empresa y con la aprobación de sus integrantes, le brinda una ventaja incalculable frente a otras empresas similares.
Dra. Andrea Delucchi
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